Puedes leer aquí la declaración de Euskal Komunisten Batasuna con motivo del Primero de Mayo, Día Internacional de la Clase Obrera. Debido a su extensión te ofrecemos la posibilidad de descargarte el texto en pdf EKB 1M-2020
El futuro como objetivo. Primero la clase obrera
Defender derechos. Luchar hasta vencer. Derrotar al capital
Con motivo de la crisis provocada por el coronavirus, asistimos a la puesta en práctica del Estado como consejo de administración de los intereses de los capitalistas. La patronal, CEOE-CONFEBASK, ha presionado con todos sus recursos para que los sectores no esenciales prosigan con su actividad. Desde el principio tuvieron que ser los propios trabajadores quienes pararan, como en la planta de Mercedes en Vitoria-Gasteiz. La actitud de las direcciones fue muy similar a la vista en la planta de BSH-Esquiroz, en Navarra, donde acusaban a los trabajadores de querer cogerse vacaciones a cuenta de la empresa.
A los empresarios y a sus representantes políticos, destacable el trabajo antiobrero del PNV, les ha dado igual la salud de sus trabajadores y de la sociedad en su conjunto. Tan solo han pensado en el sucio dinero de sus beneficios. En esta crisis no estamos todos en el mismo barco y por eso el Gobierno socialdemócrata, a pesar de sus bonitas palabras y con la colaboración de los gobiernos vasco y navarro, se ha plegado a los intereses del capital en lugar de defender a la mayoría. Sí hay quien se va a quedar atrás.
En las cuatro provincias ha habido más de 31 mil ERTEs y 211 mil trabajadores afectados, sin contar los que han sido despedidos o a los que no se ha renovado el contrato. De nuevo se han socializado las pérdidas y es la clase obrera quien carga con el mayor peso de las consecuencias sanitarias y económicas de la pandemia. Somos los trabajadores quienes nos exponemos en el trabajo y somos nosotros quienes perdemos nuestro salario. Además, las ayudas a las empresas salen de las arcas públicas que llenamos con nuestros impuestos. ¿Cuándo han socializado ellos los beneficios empresariales? ¡Nunca!
La crisis sanitaria ha puesto de manifiesto la incapacidad del capitalismo para atajarla y asegurar la salud de todo el pueblo. En efecto, la clase trabajadora y demás capas populares aún sufren las consecuencias de la crisis de 2008 y del austericidio que impusieron los oligarcas a la mayoría, recortando salarios e inversión estatal en servicios públicos y aumentando la explotación de la mano de obra.
La clase obrera no pagará la crisis
La lucha de clases no está confinada. Al contrario, se acentúa en tiempos de crisis como el que vivimos. El Gobierno de coalición socialdemócrata lo sabe y por eso se ha afanado en repartir migajas sociales destinadas a paliarla, mientras su objetivo principal es apuntalar el sistema de explotación capitalista en el que una minoría parasita a la sociedad en su conjunto.
En este sentido, el Ingreso Mínimo Vital que a bombo y platillo anuncian los reformistas de Unidas Podemos no es más que la puesta en práctica de un concepto neoliberal con el que hasta las grandes fortunas pueden llegar a comprometerse, pues no cuestiona su estatus. En lugar de trabajo nos ofrecen una renta caritativa como alternativa a la desaparición de logros sociales. Prefieren una Renta Básica individualizada antes que derechos económicos y sociales colectivos que puedan interferir en el libre mercado.
La coalición de socialdemócratas y reformistas está obviando que los trabajadores y trabajadoras quieren trabajar, no limosnas. Se olvidan de que los más desfavorecidos lo son debido a la acumulación de riqueza en unas pocas manos.
Si de verdad quisieran defender a su pueblo deberían empezar por ilegalizar las Empresas de Trabajo Temporal reforzando los servicios públicos de empleo, controlando los precios de los productos básicos situando los salarios en concordancia con estos o imponiendo por Ley menos horas de trabajo por igual salario para trabajar todos, por ejemplo. Pero en lugar de esto utilizarán los recursos del Estado para paliar los efectos del propio capitalismo, beneficiando a los empresarios al librarles de una parte de sus costes salariales y abriendo la veda para el abuso, la triquiñuela y el arribismo típico del lumpen.
El capitalismo crea pobreza. Es un sistema antisocial y parásito donde campan a sus anchas los especuladores y los rentistas que no aportan nada a la riqueza colectiva. Ninguno de los partidos parlamentarios, que representan a distintos estamentos de la burguesía, en el gobierno o en la oposición, se planteará jamás sustituirlo. No se trata de cuál es la mejor forma de gestionarlo, aminorar las desigualdades que crea o salvarlo de sus propias contradicciones internas que imposibilitan una vida digna para la mayoría. Se trata de destruirlo y construir su alternativa mediante la revolución socialista: el comunismo.
Antes de la crisis sanitaria los empresarios ya vislumbraban que se avecinaba una nueva crisis económica como consecuencia y continuación de la de 2008. El coronavirus lo único que ha hecho es acelerar su estallido. Cualquier excusa sobre lo coyuntural de estos meses no busca otra cosa sino ocultar los ciclos de crisis estructurales del capitalismo y negar la lucha de clases.
Cuando termine el estado de alarma aumentarán los despidos, bajarán los salarios, el empleo precario lo será aún más y los empresarios querrán utilizar algunas de las herramientas que la coalición PSOE-UP ha puesto en sus manos: ERES y ERTEs exprés, individualización de las relaciones laborales y minimización del papel de los representantes de los trabajadores. La promoción constante del teletrabajo busca aislar a los trabajadores del resto de sus compañeros, dar un mayor control al patrón y un empeoramiento generalizado de las condiciones de trabajo, legalizando en la práctica el incumplimiento horario por parte de la empresa. Hay trabajadores que no han cobrado de su empresa los primeros quince días de marzo y han pasado abril sin ningún ingreso, esperando hasta mayo para cobrar su prestación por desempleo, numerosos casos en hostelería o, en concreto, Construcciones Menoyo Gochi, de Amurrio.
En este sentido, los sindicatos deben dejar de lado cualquier ilusión respecto al diálogo y el pacto social, mediante el que la burguesía cede un poco para después avanzar mucho más contra la clase obrera. Consideramos necesario revitalizar los comités y su trabajo unitario, así como las asambleas y la movilización sostenida de los trabajadores y trabajadoras. Es necesario romper con la formación de bloques sindicales, primando la creación de la unidad obrera sin distinciones, mostrando audazmente a los trabajadores y trabajadoras que los sindicatos son su herramienta de lucha precisamente en el lugar clave de la producción, la distribución y el consumo, y no órganos de políticas particulares. Debemos recuperar la huelga general como una herramienta de lucha y elevación de la conciencia de clase. Un buen ejemplo son las huelgas del metal, en Bizkaia, o de Huertas de Peralta, en Navarra, acontecidas durante 2019.
Salida de la UE. Por la soberanía obrera y popular
Ha quedado patente la inutilidad de la Unión Europea para ayudar a las grandes masas de población a hacer frente a la crisis sanitaria de la Covid-19. No debemos esperar ningún tipo de reacción ni respuesta por su parte, pues no está diseñada para eso. La UE es la unión de los imperialistas de cada estado miembro en su guerra contra la clase obrera y los pueblos. Solo sirve a los intereses de la clase empresarial.
En esta unión de imperialistas se manifiestan, así mismo, rivalidades entre sus miembros. Los estados siguen siendo la base de los monopolios y por eso dentro de la propia Unión se manifiesta la competencia entre ellos, como ya ocurrió en la crisis de 2008. El espectáculo de negociación y pugna entre los bloques formados alrededor de España-Francia-Italia y Alemania-Holanda da buena cuenta de esto que decimos. Esta es una negociación y una pugna entre las burguesías de cada estado en contra de las masas populares de su propio país y de las de los demás países de la UE. En ningún momento defienden el interés general.
En el mejor de los escenarios, la UE solo ofrece a España nuevos endeudamientos y que el pago de los préstamos recaiga una vez más sobre los hombros del pueblo. Al igual que en el periodo 2008-2012 van a pedir más ajustes y recortes. La deuda española supera hoy el 100% del PIB. Los acreedores van a querer seguir cobrando y nos volverán a decir en qué debemos gastar nuestro dinero.
En efecto. España es una potencia imperialista de segundo orden y está subordinada a quienes están en la cúspide de los países dominantes. Las políticas de la UE han ido encaminadas al desmantelamiento industrial del país y los capitalistas locales se han llevado la producción a otras partes del mundo para abaratar costes. El proceso de desindustrialización en el País Vasco, cuyo último exponente es La Naval de Sestao, da buena cuenta de esto.
La burguesía local en Euskadi y Navarra, con la cobertura política de PNV-UPN-PSOE, se ha beneficiado de este proceso, participando en primera línea del monopolio español en el saqueo de mercados internacionales. Mientras, el país está a merced de la depredación por parte de los fondos de capital-riesgo y las empresas que quedan están en manos extranjeras, como Gamesa que, tras ser comprada por los alemanes de Siemens, enseguida ha anunciado despidos.
España carece del músculo de producción necesario para cubrir las necesidades. Todo está centrado en torno a una economía terciaria hipertrofiada donde el sector servicios es el exponente de las condiciones de miseria que padecen los trabajadores. Lo mismo cabría decir de las comunidades autónomas de Euskadi y Navarra. La inexistencia de un plan industrial de contingencia, ni tampoco planificación alguna, han pesado en que dependan del exterior y no hayan podido producir desde el principio el material sanitario necesario para afrontar la pandemia.
Queda claro que es necesario recuperar para el pueblo la soberanía que los capitalistas locales han cedido a la UE. Solo sacando a nuestro país de esa unión de imperialistas podremos reemprender una política de reindustrialización y de recuperación agrícola centrada en las necesidades públicas. Eliminar el Euro como moneda nos permitirá llevar a cabo nuestra propia política económica para beneficiar al conjunto de la población. Cualquier participación en alianzas imperialistas, como la OTAN, refuerza el papel de dominación empresarial sobre las masas trabajadoras.
Frente a la incapacidad imperialista para hacer frente a los problemas del pueblo han aparecido China y Cuba a dar una lección de internacionalismo a los capitalistas del continente europeo. Los pueblos de Europa miran hoy hacia estos dos países que han mandado desinteresadamente médicos, técnicos y medios para luchar contra el coronavirus y paliar los estragos de la pandemia. Hay que resaltar que estos países tienen economías centralizadas y planificadas, orientadas al bien colectivo. Además, cuentan con partidos comunistas fuertes unidos a su pueblo y respaldados por el mismo.
El caso cubano es paradigmático. Con décadas de bloqueo económico ha sido capaz de movilizar todos sus recursos para hacer frente a la Covi-19 en su patria y, al mismo tiempo, enviar misiones sanitarias allí donde ha sido requerida su presencia sin más ánimo que el que mueve su internacionalismo proletario. La República de Cuba manda médicos, no bombas a otros pueblos.
No al imperialismo. Paremos la reacción
Durante este escenario de crisis económica va a llevarse a cabo una aceleración del proceso de concentración de capital. El comercio local, las pequeñas empresas y muchas de las medianas van a perecer para que las grandes sobrevivan. Las cifras nos pueden ayudar a comprender mejor la situación. El volumen de negocios de las 35 empresas que conforman el IBEX 35 tienen un volumen de negocio superior a un tercio del PIB del país, y entre las 13.000 empresas extranjeras que desarrollan su actividad en España se explica un cuarto adicional del mismo. El En los últimos 12 años el número de empresas extranjeras en el Estado español se ha multiplicado por dos.
La tendencia a la concentración es similar en todos los sectores de la actividad y da como resultado la existencia de cada vez un menor número de monopolios, que a su vez están controlados por el sector financiero. Los beneficios que generan estas empresas no retorna a la propia actividad, ni repercute en el país. Al contrario, pasa a engrosar las cuentas bancarias de los capitalistas gracias a los grandes bancos que tras su asesoramiento lo sacan del país para invertirlo en fondos de inversión con domicilio social en paraísos fiscales. Un capital que podría servir para incrementar la productividad a nivel local generando empresas más competitivas, capaces de generar más beneficios y de sostener unos salarios más elevados desaparece del país y vuelve en forma de fondo buitre que compra activos a precio de saldo y los pone a disposición de entes extranjeros que lo único que piden es mayor rentabilidad, que no suele ser necesariamente gracias a inversiones, sino precisamente a la contención de gastos, entre ellos los salariales, generando aún más paro y miseria.
En este contexto, será importante el papel que decidan jugar las capas de la burguesía empobrecidas y proletarizadas. El nacionalismo populista y el fascismo siempre han utilizado los problemas de la pequeña y mediana burguesía para ascender y emprender el terrorismo contra la clase obrera y las masas populares. Explotan la defensa del tendero de barrio, de las empresas familiares y hacen hincapié en los sacrificios necesarios que tenemos que hacer ‘todos’-principalmente los trabajadores- para evitar su desaparición.
La reacción y el fascismo que se ciernen sobre nosotros buscan apuntalar el poder de la burguesía, buscando la ruptura internacional de la clase obrera, elevando el discurso nacionalista, imposibilitando de esta forma una unión real de los trabajadores dentro y fuera de cada país.
La cuestión nacional está directamente vinculada la cuestión social, el patriotismo debe manifestarse para agitar la bandera contra los traidores que venden nuestra economía al mejor postor, porque no es posible tener un país independiente sin una economía nacional, y no es posible tener una economía nacional sin que la misma esté controlada por todas las personas que trabajan y al servicio de las mismas.
Aquí no hay un juicio que hacer. El capitalismo ya ha sido juzgado y es culpable. No es capaz ni de regularse ni de generar una asignación mínimamente eficiente de los recursos tanto desde la perspectiva económica como desde la social.
La vía revolucionaria que proponemos desde Euskal Komunisten Batasuna llevará el ascenso de la clase obrera a clase dirigente, la creación del poder popular y la construcción del socialismo, donde la propiedad de los medios de producción será colectiva y la distribución de los productos básicos se hará en proporción al trabajo de cada cual, como paso previo y consustancial al comunismo
Pero el capitalismo no va a caer por sí solo. La clase obrera necesita de un partido revolucionario que oriente la lucha y garantice su independencia política, organizativa e ideológica del resto de partidos que representan distintos intereses de la burguesía como clase social.
Se precisa reconstruir un Partido Comunista que está en escombros. Apenas estamos organizados en destacamentos más o menos pequeños, por su organización y su influencia real entre las masas. Estas son más proclives al discurso socialdemócrata o reaccionario hoy en día. Esto se debe en parte por el apuntalamiento por parte del gran capital de estas dos facciones para mantener su sistema intacto. Los comunistas de EKB, como sabemos que lo están los de otros partidos y grupos, estamos por recuperar esta herramienta indispensable para nuestra clase.
La mayoría trabajadora debe prepararse para la lucha. Solo la movilización unitaria y sostenida puede confrontar los ataques del capital contra la clase obrera y demás capas populares. En este sentido, es indispensable la unidad de acción de la clase obrera con las demás capas trabajadoras, los trabajadores autónomos y otros pequeños productores, con una orientación de lucha de clases contra el enemigo principal, el gran capital monopolista local y foráneo, con el fin de derrocar el régimen de explotación capitalista.
Cualquier iniciativa de enfrentamiento al capitalismo debería empezar por:
- Nacionalización de las industrias esenciales, incluyendo las energéticas y de alimentación.
- Política pública de reindustrialización y reactivación del sector agropecuario. Confiscación de las empresas que mantienen su producción en el extranjero.
- Aumento de salarios y control de los precios, despojándolos de la parte correspondiente a la apropiación capitalista del propio salario de los trabajadores.
- Control obrero de la producción y de las relaciones laborales.
- Refuerzo de la Sanidad pública y eliminación de la privada y concertada.
- Desmantelamiento del Régimen del 78 y de su deficiente Estado autonómico, sustituyéndolo por una República Popular, construida desde la unión libre de los pueblos del Estado mediante el derecho de autodeterminación.
- Fuera de la UE, del Euro, la OTAN y de cualquier alianza imperialista. Ni paz entre clases, ni guerra entre pueblos.
¡Viva el Primero de Mayo!
¡Viva la lucha de la Clase Obrera!
¡Por el Socialismo y el Comunismo!
¡Proletarios de todos los países, Uníos!