Entrevista con Aitor Bordagaray, una de las caras más visibles de la huelga de Tubacex. Nos habla de las claves de la victoria, sobre qué tiene que cambiar para que esto no vuelva a ocurrir y las perspectivas de la lucha de clases en el futuro próximo.
“La codicia empresarial tiene un límite, el que marcan sus trabajadores”
Alberto C.
Mintiendo en los datos económicos de la empresa y poniendo la excusa de la crisis sanitaria de la Covid19 para despedir a 129 trabajadores. Así empezó el año la dirección de Tubacex, en Araba. Sus responsables pensaban que sería un paseo militar, con políticos y medios de comunicación a su servicio, creyendo que con imponer miedo sería suficiente para ganar. Pero se encontraron una plantilla unida dispuesta a dar guerra durante 236 días ininterrumpidos.
Con Aitor Bordagaray, una de las caras más visibles de la huelga de Tubacex, hablamos sobre las claves de la victoria, sobre qué tiene que cambiar para que esto no vuelva a ocurrir y las perspectivas de la lucha de clases en el futuro próximo.
Habéis parado los despidos y comprometido a tener los salarios congelados y trabajar más horas hasta finales de 2024 para garantizar la viabilidad de Tubacex. La primera pregunta es obligada, ¿Confiáis en la dirección de la empresa?
En esta, no. Sinceramente esperamos cambios en la misma, los trabajadores hemos señalado tanto a los directores de Recursos Humanos como al de Producción y además su comportamiento durante esta huelga ha sido muy perjudicial para los intereses de la empresa.
Los actuales gestores empresariales de Tubacex únicamente se representan a sí mismos. No les interesan ni el futuro de la empresa, ni el beneficio de los accionistas, ni mucho menos la seguridad y bienestar de los trabajadoros. Objetivamente sus resultados son nefastos. En un momento de recuperación y de gran actividad en nuestro sector, cuando podrían haber logrado unos resultados muy buenos y aprovechar la flexibilidad que posibilitan los ERTE, han tirado tanto de la cuerda que la han roto y son los responsables de las pérdidas millonarias de la empresa.
¿Qué lección crees que deja vuestra lucha para los futuros conflictos laborales y de otro tipo que se van a dar?
Me gusta pensar que hemos enseñado a los gestores empresariales que aplicar despidos forzosos a una plantilla unida tiene un coste inasumible, su codicia tiene un límite, el que marcan sus trabajadores.
Una lucha en la que todos vuestros vecinos os han acompañado.
Ha sido vital que nuestro entorno social se haya volcado con nosotros y estuviera organizado para darnos ese apoyo a través de una plataforma creada anteriormente, la Aiaraldeko Greba Batzorde. Nuestro valle tiene una arraigada cultura industrial y ha sido consciente de la necesidad de defenderse de la codicia de los gestores empresariales; creo que todos estamos dispuestos a comprender reorganizaciones en empresas con problemas, pero es absolutamente inaceptable en una empresa que ha generado muchos millones de beneficios durante los años anteriores.
Espero que todos aprendamos de la importancia de estar organizados para poder contrarrestar la codicia y falta de escrúpulos de los gestores de las direcciones de las empresas.
En este sentido, la unidad sindical y de clase debe ser importante.
Es imprescindible para lograr que los trabajadores sigan a sus representantes, porque cuando hay diferentes posicionamientos dentro del Comité se generan dudas y eso merma nuestra capacidad de reacción. En nuestro caso veníamos de diferentes movilizaciones anteriores (paros, manifestaciones y días de huelga aislados) y en el comité había diferentes sensibilidades, pero siempre se han mantenido fieles a lo que se decidía por mayoría.
¿De qué maneras ha buscado la empresa romper esa unidad?
Lo han intentado con la violencia física de la Ertzaintza, criminalizando nuestra lucha en los múltiples medios de comunicación que tiene a su disposición, con Urkullu repitiendo el discurso de la dirección desde la tribuna del Parlamento, comparando a nuestros representantes con la mafia desde las organizaciones empresariales e incluso insinuando que nuestra lucha es un reducto de la violencia de ETA. Han presionando a los jueces, amenazando continuamente con el cierre de la empresa, con su deslocalización… Todo vale porque la máxima de “divide y vencerás” es la práctica habitual de los gestores empresariales en las relaciones laborales.
Beneficios a cualquier precio
El conflicto de Tubacex ha puesto de manifiesto la situación que atraviesa Aiaraldea.
Nuestro tejido industrial ha chocado con la ideología neoliberal que se imparte en las universidades: defensa de las deslocalizaciones, subcontrataciones y precarización de los trabajadores como medios aceptables. También con los cortoplacismos de los nuevos modelos de gestión, como el que ha endeudado crónicamente a Tubos Reunidos para pagar un dividendo extraordinario; e incluso con los juegos de la geopolítica, como la multa que impusieron a Valvospain y que terminó derivando en el cierre de su planta de Amurrio y el despido de sus 86 trabajadores. Buscan el beneficio inmediato a costa de lo que haga falta. Aún quedan en nuestro valle algunos honrosos ejemplos de empresarios que han arriesgado su dinero y que crean empleo digno, pero son una minoría, las empresas quedan en manos de gestores que hacen y deshacen sin ningún control y que no arriesgan su dinero, son jugadores del Monopoly.
¿Qué hace falta para que sus habitantes tengan un futuro digno?
Necesitamos un nuevo modelo de gestión en el que el aumento de la competitividad no se base en aumentar la jornada a sus trabajadores, ni en bajarles el sueldo, pero sobre todo que no sea cortoplacista. La búsqueda del beneficio inmediato es lo que acorta la vida de las empresas, contamina nuestro entorno natural y destroza la vida de las trabajadoras y los trabajadores. En este sentido, pudiera parecer que nosotros no podemos aportar nada a ese cambio, pero nada más lejos de la realidad. Los trabajadores debemos enfrentarnos al modelo actual y forzar ese cambio, de tal forma que a los gestores empresariales únicamente les quede el camino de invertir, buscar la calidad y producir productos de alto valor añadido.
Los gestores están muy lejos de hacer lo que dicen en sus mensajes: Piden liberalismo, pero continuamente buscan las exenciones fiscales y las subvenciones públicas ¿de verdad podemos hablar de empresas privadas cuando reciben millones de euros de subvenciones? En mi opinión están muy lejos de serlo.
También hablan de la calidad como objetivo.
Pero siempre priorizan la cantidad. Sermonean sobre los productos de alto valor añadido, pero están dispuestos a vender el ‘know how’ que tanto cuesta desarrollar dentro de una empresa para deslocalizar y ganar más dinero en el menor tiempo posible, aun sabiendo que esto puede poner en riesgo el futuro.
Está claro que del dicho al hecho…
Dicen que buscan la igualdad pero siguen discriminando a los colectivos de mujeres o personas con diversidad funcional Se muestran como ejemplos de honestidad, pero la realidad es que la necesidad de obtener resultados mejores continuamente los lleva a mentir, manipular datos y aplicar ingeniería fiscal para justificar sus desproporcionados salarios.
Lo deseable es un cambio de modelo económico porque el capitalismo heteropatriarcal no responde a las necesidades de la sociedad. Debemos forzar su transformación, somos las trabajadoras quienes debemos obligar a los gestores a cambiar su modelo.
Hay quien reclama una mayor presencia pública en sectores estratégicos.
Sinceramente creo que el capitalismo es capaz de pervertir lo positivo que debiera tener esa presencia pública en empresas. En Euskal Herria hemos tenido ejemplos muy claros de cómo la inversión pública termina siendo un gran negocio para los fondos de inversión, los amigos de los políticos, etcétera. Hemos visto dónde ha acabado el dinero que el Gobierno vasco invirtió en Euskaltel, las cajas vascas, ITP y otras muchas empresas.
Además del SMI debiera legislarse un límite a los salarios de los gestores en función del salario más bajo de las trabajadoras y trabajadores que menos cobran de la empresa, independientemente de si son de la empresa o subcontratados. Pero, sobre todo, la sociedad debe ser capaz de imponer a las empresas las leyes de las que se ha dotado, debe ser inflexible porque en estos ámbitos la flexibilidad siempre se aplica a las grandes empresas, mientras que las pequeñas empresas y negocios familiares sufren las normativas sin posibilidad de encontrar ningún tipo de empatía desde la administración pública.
¿Deben tener los trabajadores mayor participación en la gestión de las empresas?
Me parece totalmente imprescindible. Somos quienes más nos preocupamos por el futuro de la empresa Ningún trabajador con unas condiciones laborales dignas hace nada que pueda perjudicar a la organización porque sabemos que el futuro de la empresa es nuestro propio futuro. Por el contrario, los gestores empresariales son mercenarios que buscan el beneficio en poco tiempo y para los que la empresa solo es un escalón más en su carrera profesional, si logran unos buenos números quizás puedan fichar por otra organización donde ganar más o ser más reconocido.
En el modelo germano de relaciones laborales que los trabajadores participen en la gestión de las empresas es lo normal y es indudable que no tienen ninguna pérdida de competitividad por esta razón. Aquí los buhoneros que tenemos por gestores no quieren que los trabajadores participemos en esa gestión porque saben que no vamos a permitir sus juegos de trileros Conocemos la empresa y no nos van a engañar como habitualmente hacen con los consejeros independientes y amigotes que colocan en los sillones de los consejos de administración para enmascarar su gestión autoritaria.
No es Covid, es codicia
La crisis sanitaria ha sido la excusa que muchas empresas han puesto para adelantar sus planes contra la clase trabajadora. ¿Cómo ves el contexto actual de lucha?
“No es COVID, es codicia” hemos gritado durante estos ocho meses. Las direcciones empresariales aprovechan los momentos en los que la economía va bien para subir sus salarios y mantener al margen de esos beneficios a los trabajadores que los producen, pero aprovechan cualquier crisis para hacer las reestructuraciones de las empresas con las que sueñan en épocas de bonanza. En Tubacex hemos encontrado papeles de hace varios años en los que se recogían esquemáticamente los cambios que se han realizado aprovechando la crisis del COVID-19. La pandemia les ha dado la excusa perfecta para aplicar las medidas de precarización que habían ideado durante años.
Necesitamos reformas legales que equilibren el poder dentro de las relaciones laborales, ahora mismo la balanza está totalmente desequilibrada hacia el lado empresarial, necesitamos la misma valentía que han tenido anteriormente los gobiernos de derechas para aprobar reformas laborales que perjudican los intereses de los trabajadores aun sin el acuerdo con los sindicatos, pero ahora en sentido contrario, para aprobar una reforma laboral sin necesidad de pedir permiso a los empresarios, sin necesidad de su visto bueno.
Habéis echado alguna cosa de menos…
La Inspección de Trabajo también precisa de cambios. Se ha mostrado como un títere en manos de los intereses de la empresa. No ha acudido a la empresa cuando la hemos requerido porque se estaban vulnerando los derechos de los huelguistas, ni del comité de huelga, como tampoco lo hace nunca cuando denunciamos deficiencias en seguridad o irregularidades en las contrataciones ante esta institución. La Inspección de Trabajo no dispone de medios, ni de poder suficiente para realizar su función.
En cuanto a los tribunales, creo que no siempre hacen la interpretación favorable hacia los trabajadores como prevé la Ley. Es precisamente esto lo que genera una total desconfianza de los trabajadores y lo que nos ha obligado a luchar para no dejar en manos del Tribunal Supremo la interpretación sobre la prohibición del despido que recoge el RD 9/2020, que ha sido interpretada en sentidos opuestos en función de los diferentes Tribunales Superiores de Justicia de cada comunidad autónoma.
La clase obrera contra el poder
La postura del Gobierno vasco no os ha debido sorprender, teniendo en cuenta que es el cuarto accionista de Tubacex.
La verdad es que esperábamos que trataran de esconder un poco más su posicionamiento. Sin embargo, hemos visto cómo la consejera Tapia nos amenazaba con cerrar la empresa y mostraba su total complicidad con la dirección. El Lehendakari leía palabra por palabra los panfletos de Tubacex, el portavoz Zupiria consideraba una mala noticia las sentencias que declaraban nulos los despidos de los trabajadores de Tubacex porque la empresa había manipulado las cifras para tratar de justificar el ERE. Y, por supuesto, el consejero de Seguridad, que justificaba la violencia empleada contra pacíficos trabajadores con los brazos en alto, mientras los medios de comunicación de otros países la condenaban por irracional e innecesaria.
El PNV se ha quitado la careta y se ha mostrado claramente como un partido de derechas, que apoya las medidas neoliberales. También han tomado partido a favor de la dirección de la empresa los alcaldes de Amurrio, Laudio, Aiara y Okondo, la presidenta de la Cuadrilla de Ayala o el diputado general de Álava. Han demostrado estar al servicio del partido político al que pertenecen, aunque ello implique pasar por encima de los derechos de los ciudadanos a quienes tienen obligación de representar.
Hablabas sobre la violencia policial. ¿Qué consecuencias ha dejado en vosotros?
En mi caso concreto un hueso de la muñeca roto y muchos golpes; en el de mis compañeras y compañeros, detenciones, vejaciones, multas, persecuciones injustificadas, represión, golpes, provocaciones. Pero, sobre todo, a todos nosotros nos deja odio, el que hemos sentido por una buena parte de quienes se esconden detrás de ese uniforme y el que ahora no podemos dejar de sentir cada vez que vemos a cualquier ertzaina.
¿Crees que el movimiento obrero está preparado para encarar este nuevo ciclo de movilizaciones?
La clase obrera debe organizarse para poder llevar a cabo movilizaciones exitosas, porque solo si se obtienen resultados positivos lograremos movilizar a los trabajadores y dar un aviso claro a los empresarios. Los sindicatos deben disponer de cajas de resistencia para poder mantener un pulso con las empresas. Creo que ahora mismo son herramientas indispensables para la lucha y, de hecho, los sindicatos que no la tienen, sabedores de la situación económica que la huelga supone para sus afiliados, se han mostrado en más de una ocasión demasiado favorables a ceder a las demandas de la empresa; pero en muchas ocasiones esto no es suficiente y la posibilidad de disponer de herramientas como cajas solidarias, préstamos entre obreros, etcétera se hace vital.
Y qué más.
Los trabajadores debemos librarnos de las cadenas que nos imponen normativas absurdas. Recuerdo que tenía un profesor en la universidad que cuando nos explicaba los requisitos de la huelga (preaviso, forma de comunicar…) siempre nos decía que no debíamos olvidar que “solo hay dos tipos de huelga, las que se ganan y las que se pierden”. Poco importaba que una huelga se hubiera comunicado incorrectamente, o que fuera ilegal, si se ganaba. Es decir, qué importa si, por ejemplo, los conductores de autobuses urbanos no respetan los servicios mínimos impuestos por la autoridad. Si logran parar todos los autobuses generarán tal caos que las autoridades y las empresas deberán ceder a sus reivindicaciones y si los trabajadores muestran unidad, tampoco podrán tomar represalias contra ellos.
Ahora mismo, los trabajadores de SOS Deiak están en huelga. Pero tienen unos servicios mínimos del 100% precisamente porque los medios de los que disponen son tan limitados que no pueden prescindir de nadie, por lo que no pueden ejercer su derecho de huelga; os animo a hacer una pequeña reflexión, ¿qué pasaría si mañana deciden no acudir a sus puestos de trabajo?