Tablets, videollamadas, clases virtuales, videoconferencias… Es un hecho innegable que la tecnología tiene cada vez más inmersión en la educación de nuestros días. Plataformas virtuales, ordenadores, pantallas inteligentes… lo que hace 10 años era primerizo y lo que hace 20 impensable, es soy ya una realidad palpable. Es más, no solo es un fenómeno palpable sino necesario, ya que con la pandemia del covid19 y la imposibilidad de asistir presencialmente a las clases, la educación /formación por vía telemática ha sido el principal pilar sobre el que se ha sustentado la formación educativa. Incluso todavía, a vísperas del inicio de curso, están habiendo debates en pleno septiembre sobre el arranque del curso escolar, si éste será presencial, telemático o un sistema mixto entre ambos.
Asimismo, abundan quienes ven en todo este avance tecnico-educativo un alegre signo de progreso, pero lo cierto es que se olvidan del carácter social y de clase que esconde todo avance tecnológico. La realidad que se esconde detrás de toda esta euforia de “las nuevas tecnologías”, “las nuevas metodologías” y “la nueva educación telemática” es la de niños, chavales y familias sin los recursos informáticos necesarios u óptimos para asegurar una educación de calidad para sus hijos que suplante la educación presencial
Si bien 1 de cada 10 familias en España no tiene acceso a internet (más de 1 millón de unidades familiares), hay casi un 20% que no tienen ningún tipo de ordenador (de sobremesa, portátil, Tablet..) según el INE. Pero esta brecha digital, que en última instancia es una brecha social (y evidentemente también educativa), se ceba en los hogares humildes. Atendiendo a las familias con menos ingresos en España, el 20% de ellas no tienen ordenador y más de la mitad no tienen acceso a una Tablet. La triste realidad es que la principal preocupación de éstas familias en España es la de sobrevivir al sinfín de estreses económicos a los que tienen que hacer frente en su vida diaria en términos laborales y sociales, no pudiendo aportar ni un solo euro a la compra de un ordenador.
Ésta realidad choca frontalmente con el hecho de que España sea el país con el internet más caro de Europa en proporción a nuestros sueldos. Según el estudio The International Communications Market de Ofcom, los españoles pagamos un 27,4% más que la media europea en el contrato de internet, situando nuestro país en el sexto con el internet más caro de Europa y el vigesimoprimero del mundo. Lo cual es en cierta forma contradictorio teniendo en cuenta que España es líder europeo en despliegue de fibra óptica (por delante de países “de referencia” de nuestro entorno como Alemania, Francia o Reino Unido). Y el asunto es todavía más flagrante teniendo en cuenta lo que dicen muchos expertos de que la fibra óptica española es de mejor calidad que la de otros países de nuestro entorno europeo.
La brecha digital no es un problema nuevo, la crisis del covid19 no ha hecho sino poner sobre la mesa un problema social que venía arrastrando la educación española desde hace años. Pero la realidad es que el covid19 ha llegado para quedarse, como afirman algunos expertos que niegan la posibilidad de volver a la antigua normalidad antes de 2023.
La otra cara de la realidad es que nos esperan al menos 3 generaciones de jóvenes y niños que tendrán que pasar por una educación más telemática y “a distancia” sin las herramientas básicas necesarias para ello, redundando así en una formación y en una educación deficiente frente a un futuro laboral en el que los expertos auguran la digitalización, la polivalencia y la presencia absoluta de la tecnología en los futuros puestos de trabajo.
¿Qué futuro laboral “tecnológico”, “polivalente” y “digital” se nos presenta a la juventud trabajadora cuando hay sectores de la juventud obrera que les es imposible hacer frente de manera digna a la educación obligatoria? ¿Qué formación les espera, en una educación cada vez más telemática a causa del covid19 a los niños y niñas de las familias trabajadoras que no tienen acceso a internet ni ordenador en casa?
Lo que hace unos años era impensable, hoy es ya una realidad. Los móviles, el internet y los ordenadores son hoy un bien necesario y fundamental para la educación, el trabajo y el ocio. Un bien del que es imposible prescindir en situaciones de normalidad, y que, como hemos visto y vivido, son de vital importancia en situaciones de crisis y confinamiento.
Al mismo tiempo, son precisamente estas crisis y arduas situaciones sociales donde se percibe con total claridad las contradicciones y la decadencia del funcionamiento del sistema capitalista. En la compleja maquinaria del capitalismo, todos los ámbitos de la sociedad; la política y la economía (entre otros), están estrechamente entrelazados y nos ha sido posible ver y comprobar en nuestras propias carnes que, con amplios sectores de la educación, la industria, la tecnología y las telecomunicaciones al servicio del interés privado y no al servicio de la gente, es impensable (e imposible) afrontar de una manera satisfactoria las dificultosas situaciones de confinamiento, pandemia y crisis. Ha quedado diáfanamente claro que, bajo una economía de mercado al servicio del capital, es imposible, en definitiva, afrontar los retos tecnológicos que se nos presentan y mantener el nivel de la educación en situaciones de excepcionalidad.
Bajo el capitalismo, los avances tecnológicos suponen un fenómeno de brecha digital y social que desplaza a los estudiantes en situaciones económicas o sociales desfavorables y que dejan atrás en los ámbitos laborales tecnológicos del futuro. Pero los comunistas entendemos que el hombre no tiene que estar al servicio de la economía, sino la economía al servicio del hombre, y por ello entendemos la ciencia, la tecnología y el conocimiento como tesoros al servicio del pueblo y el futuro.
Desde EKB-GKB abogamos y luchamos por una educación pública y gratuita, para poner el conocimiento al servicio del pueblo, de calidad para aportar a la juventud las herramientas con las que enfrentarse y vivir los futuros retos tecnológicos.