Iniciamos con este texto una serie de ellos dedicados al tema de la industria y la re-industrializaición de nuestro país.
Para buena parte nuestros vecinos somos el país idóneo para ir de vacaciones. Somos el bar de Europa y así lo reafirman también los políticastros y capitalistas cuando se enorgullecen de ser un centro de referencia para el turismo internacional. Y, efectivamente, este sector tiene un peso del 12,4% en el PIB español y alcanza el 12,9% del empleo. Es más, el sector servicios en su conjunto supone más de dos tercios de la economía nacional.
El turismo en España tiene, en consecuencia, tanta relevancia internacional, que incluso este verano, en plena desescalada hacia la «nueva normalidad», en plenos rebrotes de coronavirus a lo largo de la geografía española y aun después de haber sido nosotros de los países más castigados por la Covid-19, España sigue siendo el destino preferido para los turistas de todo el mundo. Aunque obviamente hemos recibido menos turistas que en años anteriores, seguimos siendo el destino preferido este verano, llegando en julio a ser el país con más reservas de hotel del mundo, incluso por delante de Estados Unidos y casi 3 veces más que países de nuestro entorno como Portugal e Italia, según el diario El Mundo.
Es un hecho que el turismo es uno de los pilares de la economía española. Pilar que las burgusías central y periféricas se esfuerzan por seguir manteniendo alimentada y a punto. Aún durante las crisis económicas que ha sufrido España, siempre, salvar e impulsar el sector turístico ha sido lo prioritario.
Sin embargo, la industria es un sector que ha ido cuesta abajo desde la desindustrialización impuesta por la Unión Europea en los 80 y 90 del siglo pasado, hasta situarse en el 20% del PIB.
Esta situación, en la que el turismo es más importante que la industria es un orgullo para todos los patrioteros y administradores del capitalismo español. ¿Qué hay de orgulloso en tener una industria ínfima y debilitada? ¿Qué hay de honroso en depender del capital industrial extranjero (de la UE)? ¿Qué hay de beneficioso en vender nuestra soberanía económica e independencia al gran capital y a la oligarquía extranjera?
La industrialización es necesaria para llevar adelante la economía en España. No podemos vivir solo del turismo. Cuando las cosas se ponen feas, ya hemos visto quiénes pueden salir adelante y cómo se puede salir: con un sector industrial fuerte. Hemos visto y sufrido en nuestras carnes lo duro y difícil que es hacer frente a una crisis sin una estructura industrial potente y desarrollada.
Echemos un vistazo a los países que mejor han respondido o mejor han crecido después de la pandemia, como pueden ser China o Vietnam. Ambos tienen, en sus economías, una atención sustancial a la industria. Mientras que Vietnam no tuvo nunca ni una sola muerte de coronavirus, países como China, probablemente el principal y el primer país azotado por la crisis del covid19, fué capaz transformar su economía de tal forma que pudo hacer frente a la nueva situación de crisis, transformando parte de las líneas productivas industriales para encarar las necesidades del momento.
Y es que un sector industrial potente (o al menos decente) no solo es deseable para hacer frente a la recuperación económica “postcrisis” sino, como nos ha ocurrido en este caso, hacer frente también a la propia alerta sanitaria y social, como han hecho por ejemplo en China.
Una lección de esto lo encontramos en la fábrica china de Guangzhou Xingshi Equipments, cuyo cometido era la producción de pañales y toallitas. No obstante, a finales de enero, ante la llamada del gobierno chino para hacer frente al coronavirus, comenzó la fabricación de mascarillas. En poco más de un mes fueron capaces de transformar su línea de producción hasta convertirla en una de las más rápidas del mundo, elaborando cerca de mil unidades por minuto, sumando un total de 1,2 millones de mascarillas al día. Asegura el periódico la vanguardia.
No ha sido la única. Fabricas como Foxccon, Xiaomi, Oppo o SAIC-GM-Wuling, transformaron sus líneas de producción para las fabricación diaria de botellas de gel desinfectante y mascarillas, llegando a producir millones de unidades al día.
Así se podría y se debería haber hecho, pero para ello es imperante impulsar y potenciar la industria y hacer de ella el pilar fundamental (o uno de los fundamentales) sobre la que desarrollar la actividad económica. Estimular y construir el sector manufacturero para ser un país industrializado, desarrollado y con fortaleza e independencia tecnológica.
Hace un año, hubiese parecido absurdo o difícil de imaginar la pandemia vivida éste 2020, y mucho más difícil aún hubiese sido imaginar la necesidad tan imperante de la industria en estos casos, tanto en tiempos de de crisis como de post-crisis biológica. Sin embargo, y como hemos visto, la industria no sólo se ha visto fundamental para sobrellevar las atenciones y exigencias productivas durante la pandemia, sino que, tras ésta, ha sido el principal motor del auge económico en los países cuya incidencia del coronavirus no ha resultado un impedimento en el desarrollo de su actividad económica principal. Como ha sido por ejemplo nuestro caso, en el que la post crisis del coronavirus ha bajado o parado directamente las actividades económicas propias y complementarias al sector turístico (predominante en nuestro país) como pueden ser la de los bares y restaurantes.
Es imperante que España recupere y amplie su capacidad industrial, con gestión y control público, aumentos salariales para los trabajadores y con el objetivo de estar al servicio del país, al servicio de la mayoría de la población.
Para garantizar la fortaleza económica industrial y técnica es prioritario no ceder a la injerencia privada en la industria, ni a la especulación. Por una economía y un desarrollo industrial y tecnológico al servicio de los trabajadores: Primero la clase obrera.