El día 25 de noviembre se parece al día de fin de año. Todo el mundo se plantea nuevos propósitos, pero para ser olvidados al poco tiempo.
Cada 25 de noviembre se celebra un despliegue mediático: todas las fuerzas políticas burguesas se mostrarán terriblemente afectadas por esa horrible lacra que es la violencia de género, pronunciarán un nuevo discurso, un nuevo propósito, y se retirarán con la conciencia más que tranquila. Y así hasta el próximo año.
Quizá se unan a una sosegada marcha por las capitales del estado, se coloquen tras una pancarta y coreen alguna consigna. Les gusta ser vistos, aunque sólo sea una vez al año, de nuevo, “terriblemente compungidos” por el sufrimiento de las mujeres. Sobre todo por el de las mujeres obreras.
Decía Engels, que a los burgueses les gusta la caridad. “Rendir un servicio a los proletarios al chuparles en primer término su fuerza vital para después… aparecer ante el mundo como los poderosos benefactores de la humanidad al devolver a sus víctimas la décima parte de lo que les pertenecía”. Recordemos que los medios de comunicación se esforzaron mucho para dar eco a la noticia de que Amancio Ortega había donado 320 millones a la sanidad pública, en equipos oncológicos. Cuán generoso es don Amancio, que destina sus peniques en los pobres trabajadores que tanto gusta explotar.
Como podemos observar la hipocresía de la clase dominante tiene suficiente para todos los aspectos de la vida cotidiana, y para las mujeres maltratadas y asesinadas tienen un monstruo que tanto ellos como ellas alimentan con mimo y dedicación: el patriarcado, compañero inseparable del capitalismo.
Y es que cuando se habla sobre violencia contra la mujer, generalmente, nos vienen a la cabeza solamente casos de agresiones físicas y sexuales por parte de agresores callejeros o parejas. Cierto es que estas prácticas, cuanto menos horrendas y brutales, no dejan de ser un aspecto visible y horrible de la violencia que sufrimos las mujeres cada día.
Pero suponer que la única violencia que ejercen contra nosotras viene dado únicamente por agresiones físicas, es caer en un reduccionismo barato que perjudica, en última instancia, a todas las mujeres del mundo, pues blanquea por completo el germen que sustenta todo este sistema de violencia existente.
La violencia contra la mujer, a pesar de tener múltiples formas, se nos presenta habitualmente, únicamente en forma de agresiones físicas, sexuales, pero estas formas no es más que un pequeño aspecto de toda la violencia que sufren las mujeres, que lejos de ser algo superficial y únicamente visible a plena vista (como se suele creer), es de carácter estructural:
• En España, según el IPF, el 18% de las mujeres trabajadoras han recibido presiones por parte de la empresa al quedarse embarazadas. Una de cada cuatro (de entre 18 y 25 años) incluso recibió la carta de despido poco después.
• El 87% de los permisos no retribuidos de la Administración General del Estado tiene cara de mujer
• Según la Fundación Adecco, el 67% de las encuestadas aseguró que sus oportunidades profesionales habían mermado por ser madre o estar en edad de serlo.
• Ellas cobran 4.745 euros menos que ellos, es decir, un 30% menos. Una diferencia casi medio punto porcentual mayor que un año atrás.
• Hay más mujeres que hombres que no llegan a los 1.000 euros al mes
• En 2016, la diferencia entre las pensiones de jubilación entre hombres y mujeres alcanzó el 37%.
Estas estadísticas y datos, cuanto menos abrumadoras y horrendas, dan una pequeña pincelada de cómo es la situación en España, pero si echamos un vistazo al resto del mundo, se reproduce la misma dinámica
• Cada 2 segundos una niña es obligada a casarse. El matrimonio infantil afecta a casi140 millones de niñas en el mundo.
• En Tayikistán, debido a la pobreza extrema y al totalitarismo religioso, unas 325 mujeres se suicidaron junto a sus bebés en 2015, ante la realidad violenta, mísera y pobre que viven cada día.
• En varios países del norte de África y medio oriente, debido a sistemas religiosos totalitarios y criminales títeres impuestos por el capitalismo occidental, la mujer depende completamente del marido, con quien es obligado a casarse
• Se estima que 8.500 niños mueren al día a causa de la desnutrición severa y que 160 millones de niños sufren raquitismo.
Estas violentas estadísticas tienen un sólo autor: el capitalismo
Cuando las mujeres sufrimos de alcoholismo, de depresión, cuando somos despedidas sin contemplaciones, cuando somos relegadas al hogar, cuando no nos permiten decidir sobre nuestro cuerpo o sobre la maternidad, cuando somos humilladas y reducidas a un cuerpo comerciable, un útero alquilable, cuando sufrimos la brecha salarial, cuando somos empujadas a la prostitución…etc
Son sólo unos ejemplos que expresan a la perfección la violencia estructural, con base en el sistema económico imperante, en el que se sustenta la sociedad actual. Son unos ejemplos de cómo la violencia contra la mujer no se da sólo en el marco de las agresiones físicas y sexuales, sino también en el marco maternal, laboral, social, espiritual, económico. Una violencia continuada y promovida por el capital, al amparo de los estados en los que impera un sistema criminal, el capitalismo, ejercida contra las mujeres trabajadoras. Un sistema en el que prima el beneficio de los grandes propietarios, que dar la capacidad a una mujer trabajadora de desarrollarse al mismo tiempo como profesional y como madre, un sistema que conlleva la muerte de niñas, mujeres y ancianas en países tercermundistas en guerras imperialistas o en represiones religiosas.
¿Hemos de soportar las jóvenes, las estudiantes, las trabajadoras, las inmigrantes, las extranjeras…etc un sistema de violencia y asesinato continuado que lleva vigente siglos? La respuesta es no. Un no rotundo, un no revolucionario.
¿Cuál es la vía para deshacernos de este sistema que nos oprime cada día más y que ejerce una violencia sistemática contra nosotras? No es poca la charlatanería burguesa que, cayendo en un sentimentalismo y moralismo meramente publicitarios, no llevan a cabo absolutamente ningún método útil ni definitivo para acabar con ella. No interesa, al fin y al cabo, atentar en contra de sus propios intereses de uno, pues supondría perder toda una estructura de poder económico y político.
Las comunistas sabemos que la única vía para acabar con la opresión es la vía revolucionaria. La única forma de garantizar un futuro digno y seguro, una sociedad concienciada y un devenir con igualdad de oportunidades, derechos y libertades, donde las mujeres no sean un simple objeto al que humillar, asesinar y oprimir, es cortando de raíz el problema, cortando de raíz del capitalismo que sustenta esta criminal estructura de poder y opresión sobre la mujer trabajadora.
Por eso hoy, como ayer, decimos:
Mujer, el capitalismo perpetúa la violencia contra nosotras, ¡destrúyelo!