Sobre la iniciativa individual tan de moda.
Todo sistema y religión se asienta sobre unos principios reales y sobre unas ideas base que están socialmente extendidas y que no necesariamente coinciden con los mencionados principios, de hecho, cuanto más aberrantes y socialmente dañinos sean estos, mayor será la distancia que nos encontremos entre lo que la gente cree que es, y lo que realmente es.
En el actual sistema, que por muchos “neos” y “post” que hippies y economistas “modernos” quieran utilizar para edulcorarlo no deja de ser el mismo capitalismo de toda la vida en una fase superior, existen esas citadas diferencias entre lo que las masas creen que sucede, y lo que realmente se cuece.
Una de esas “ideas base” que cualquier persona sin conocimiento alguno de economía, o lo que es peor, con algún conocimiento se atreve a soltar sin rubor alguno es que “el libre mercado respeta la iniciativa individual”, a lo que en el más puro estilo de exposición-argumentación suele suceder un sucedáneo de la segunda parte en la que suelen aflorar por igual críticas a hacienda y reservadas loas al modelo americano, en el que cualquier “pringado” puede llegar a ser presidente de estados unidos, montar su propia empresa, o incluso acabar en la luna si es un estudiante aplicado.
Entrar a rebatir esas afirmaciones es ciertamente difícil, en el fondo, nada de lo que comentan es del todo falso, un chaval puede llegar a presidente, a la luna, o puede triunfar en el mundo de los negocios, de la misma manera que puede ser sodomizado cuando hace de monaguillo en una iglesia católica de Los Ángeles, puede recibir una bala perdida o acabar siendo el rey del crack de su barrio, triunfando en los negocios y un tiempo más tarde siendo el rey de la cárcel o de la cuneta en la que repose su cadáver, las posibilidades están abiertas, y desde luego no será el concepto en abstracto del libre mercado el que le prive de triunfar.
El truco para que esto sea así es desconocer absolutamente lo que es el mercado, ya no estamos hablando de la plaza del pueblo a la que acudimos todos los súbditos a vender las cuatro manzanas que nos ha dado el árbol y el cuarto de litro de leche de la cabra que tenemos pastando por ahí, el mercado actual es absolutamente frío, violento, y sometido a intereses particulares de gente que no ha sido elegida por el pueblo.
Cualquier iniciativa individual que exista, por muy ingeniosa que sea, por muy moderna e innovadora, no podrá desarrollarse si no cuenta con el capital necesario para poder ponerlo en práctica, es por ello que o bien deberá echarse atrás, o dar en adopción su proyecto a los dueños del capital, los capitalistas, que posteriormente hablarán de la valía de su capital humano y pavonearán en sus medios sobre esa pasta especial de la que están hechos y del buen ojo que tienen.
Podríamos poner ejemplos de famosos personajes, admirados por su valía intelectual, como el presidente de los EE.UU, capaces de arruinar (obviando países y economías patrias) una empresa petrolera, para evidenciar que tener dinero no significa ser un triunfador, y otros pobres sufridos, como los investigadores, los ingenieros, los operarios que bordan su trabajo y que forman equipos que son lo que logran que la ciencia y con ella el mundo avance. Si todo ese potencial, es vez de estar dirigido al fin de maximizar los beneficios empresariales, tuviera como único dios el mejorar día a día la calidad y el nivel de vida de los ciudadanos, nos encontraríamos con una clase trabajadora mucho mejor remunerada, con un nivel de vida mucho mayor, y siendo consciente de que siempre que quiera utilizar el cerebro, esto redundará doblemente en su propio beneficio, porque logrará sus objetivos obteniendo réditos individual y colectivamente.
Si las decenas de miles millones de euros que tan sólo el sector financiero obtiene de beneficios anualmente estuvieran gestionados por el estado tras nacionalizar la banca, considerando incluso que reduciendo el nivel de usura los beneficios fuera de tan solo el 20% de lo actual, es seguro no sólo que la hipoteca sería mucho más barata, sino que incluso podríamos encontrarnos en situación de que el estado proveyera alojamiento a jóvenes parejas, estudiantes fuera de casa, madres solteras, jubilados con escasos recursos y mucho otros sectores sociales con problemas. Imaginemos ahora si añadimos a las aseguradoras, telecomunicaciones, constructoras, sector energético, tecnológico…
No es como muchos plantean un problema de falta de recursos, es simple y llanamente una cuestión de cómo se reparten estos, países sustancialmente más pobres que el Reino de España cuenta con sistemas sociales que permiten a sus ciudadanos acceder a servicios sociales de calidad o incluso punteros a nivel mundial, siendo sus ciudadanos mucho más felices, porque no es el dinero lo que da la felicidad, sino el no necesitarlo para vivir.
Para ello es preciso acabar con la lacra que supone que nuestro destino se encuentre en manos de unos pocos privilegiados, y pase a estar controlado por los ciudadanos a través de una herramienta moderna como pocas, la planificación democrática de la economía.